domingo, 29 de enero de 2012

Capitulo 2. Bienvenidos a la familia Wildelborg


En ese momento interrumpió Marcia:
+ Runia, Uriel... ¡A la cama que ya es tarde!
- Pero mamá...- Respondió Runia levantándose rápidamente del sofá- Solo un poco mas, el abuelo nos esta contando una historia.
+ ¡No me discutáis, a la cama he dicho! No son horas para que estéis despiertos, son las 12 y mañana tenéis clase con vuestra nueva profesora particular. Venga a la cama ahora mismo.
- Vale... - Dijeron los dos niños mientras de dirigían hacia su habitación.
+ ¿Y bien? No puedo entender como le puede usted contar esas historias a los niños, después si tienen pesadillas la que se tiene que hacer cargo soy yo...
- Marcia, no se enfade, no creo que por una simple historia vaya a pasar nada grave, además si tienen pesadillas no se preocupe que yo estaré con los niños... - Dijo el buen hombre incorporándose para dejar el libro en la estantería.
+ Don Epidio si ya sabe que no es por los niños, es porque no me gusta que le meta esas historias en la cabeza, ya sabes como son de fantasiosos.
- No se preocupe, dejelos soñar, son niños..

Don Epidio se dirigió a la chimenea, removió un poco las brasas que quedaban y se fue hacia el pasillo que conducía directamente a su habitación con intención de irse a dormir en ese mismo momento. Mientras, Marcia se quedo sentada en el sofá hasta altas horas de la madrugada mirando como poco a poco la llama de aquellas ya restantes cenizas se apagaba, llorando por su soledad..

Ella era viuda desde hacia varios meses, su marido, Maximiliano, murió en un accidente de trafico y la dejo sola con sus dos hijos, Runia de 10 años y Uriel de 8. Después de la muerte de Max, su padre, Don Epidio, se fue a vivir con su nuera y sus nietos, para intentar no dejarles solos en aquellos duros momentos.
Eran una familia acomodada, no les faltaba de nada, pero a pesar de tener dinero no tenían criados ni nadie que les ayudara en las tareas de la casa e intentaban llevar una vida normal, aunque el único trato especial era para sus hijos que recibían las clases en casa.


Eran las 8 y media de la mañana siguiente, Marcia seguía en el sofá, mirando el humo que desprendía todavía la chimenea.  Los niños se habían despertado y jugaban por el jardín esperando a que su profesora nueva llegara. Don Epidio salia en ese momento de su habitación  dirigiéndose hacia el salón donde ella se encontraba.

+ Buenos días, Marcia, ¿ha dormido bien?
- Claro, por supuesto - Respondió bajando la cabeza para evitar que viera sus llamativas ojeras. - ¿Y usted como ha dormido?
+ Pues bastante bien, aunque hubiera preferido haber dormido mejor, ya sabe usted que a mi edad cuesta mucho dormir bien...
- ¿Le preparo el desayuno o prefiere esperarse un poco?
+ Como quiera, ya sabe que si usted esta ocupada a mi no me importa esperar.
- Bien pues siéntese que ahora mismo lo traigo.

De camino a la cocina escucho como alguien estaba en la puerta. Se dirigió hacia ella y sin que a la profesora le diera tiempo a llamar, abrió al puerta.

+ Buenos días.
- Buenos días, ¿esta es la casa de la familia Wildelborg?
+ Si, esta es la casa, supongo que usted sera Luisa la nueva profesora de mis hijos. Soy Marcia.
- Si, exactamente, soy la sustituta de la profesora Carol que se encuentra de vacaciones. Encantada de conocerla.
+ Adelante, entre, por favor.
   ¡Niños! La profesora ha llegado, venid a saludarla.
- Hola. - Dijeron los pequeños al ver a Luisa.
+ Llevarla al estudio para dar la clase y sed buenos con ella, ¿de acuerdo?
- Vale mamá.

Ellos junto a la profesora se fueron al estudio mientras que ella cogería el desayuno y lo llevaría al salón donde se encontraba Don Epidio...
Tras una larga mañana en la que apenas habían salido de la casa. Llego la esperada hora de continuar con la historia. El abuelo cogió un libro enorme y bastante viejo que por su apariencia parecía pesar bastante.

+ ¡Runia, Uriel! Venid que vamos a seguir con la historia.
- ¡Bien! - Gritaron ansiosos los pequeños.
+ ¿Ya va a empezar otra vez? - Dijo suspirando Marcia desde la otra punta del salón.
- Si, ¿por qué no se une? Y pasamos el rato hasta la hora de dormir.
+ No se...
- ¡Venga anímese! - Insistió.
+ Venga mamá..
- Ven mami siéntate a mi lado. - Dijo el pequeño con una gran sonrisa en el rostro.
+ Bueno vale... Pero solo un rato y después a la cama cuando yo diga.

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